Hacemos “simplemente papas fritas”. No es una frase de la que se pueda pensar que sólo es un eslogan. Es una realidad patente en el proceso de fabricación de nuestras patatas fritas, donde no caben ni los colorantes ni los conservantes. Tampoco el gluten o la lactosa, ni siquiera trazas de estos dos posible alérgenos alimentarios, en ninguna de nuestras variedades: clásicas, elaboradas a fuego lento, sin sal, de ajo y perejil, sabor a jamón o los palillos de patatas fritas.
Esto se consigue porque su fabricación se hace en una línea específica, haciéndolas en peroles donde solo se fríen patatas y con una envasadora dedicada únicamente a este producto. Y a esto hay que sumar, con el fin de evitar la contaminación cruzada, que los operarios trabajan en exclusiva en las diferentes líneas de fabricación.
A lo largo del proceso, en las instalaciones del Tío de las Papas existen varias medidas de control con inspecciones por los operarios. En primer lugar en la materia prima, quitando los desperfectos y eliminando las no aptas. Después, una vez las patatas están fritas, se vuelven a inspeccionar por otro operario para eliminar el producto que no cuenta con los estándares de la calidad que tenemos. Además, antes de su empaquetado también se hace una nueva inspección y una vez finalizado el proceso, se limpia e higieniza todas las máquinas quedando dispuestas para nuevo uso.
Igualmente, el aceite se comprueba dos veces al día para cerciorarse de que están dentro de los parámetros correctos, se hacen analíticas de los productos y de las superficies y las bolsas pasan tras su envasado por un detector de metales, para una última comprobación.
Aperitivos
Estas medidas de control también se aplican a la elaboración del cocktail, las cortezas, las ruedas, las patatas light, los cucuruchitos y las pompitas. Los aperitivos del Tío de las Papas, que sí pueden contener algún alérgeno alimentario, se elaboran en un ‘tren’ de frito, continuando a una línea de envasado dedicado para ello.